Son las doce y todavía estáis acurrucados en vuestros sacos. Poco importa el ajetreo que sentís de pequeños y mayores que aprovechan el domingo para jugar en el parque, ese motivo que se está perdiendo con la involución tecnológica.
Para vosotros aún queda mucho día, muchos metros que recorrer, mucha vergüenza pidiendo caridad, algo de vino o cerveza que echar al cuerpo, para calentarlo, para evadirse un poco de esta maldita realidad.
Hoy domingo, que pasa tanta gente por aquí, necesitáis que alguno de vosotros siempre esté vigilando vuestro cobijo, no sea que a algún gracioso se le ocurra desmontaros el chiringuito. Dentro de lo que cabe, ahí estáis bien, decís. Con que poco os conformáis ya, abandonada la fe en la sociedad.
Pero en el espíritu humano es inherente la esperanza. La esperanza de un hogar, un simple techo y una cocinita, un lugar de referencia, aunque, con mucho dolor, debáis separaos. Eso que casi todos tienen, menos miles, aquí en Barcelona, aquí en pleno centro, esta ciudad tan turística, bonita y cosmopolita.
Me contáis que estáis agradecidos por mi interés y el de la organización con la que colaboro. Que no queréis caridad, que queréis cantar, escribir, trabajar, comer dos veces al día por vuestros méritos y que todos tenemos algún talento, aunque no todos lo conozcamos.
Nota del autor, Daniel Marin, un emprendedor sin techo. Su talento es el foto-periodismo.
Si deseáis ayudar a que Sonia, Jordi y Pablo salgan de la calle, y que el que suscribe no vuelva a ella por una grave situación económica en la actualidad, podéis realizar un donativo en la firma del artículo. Toda colaboración es bienvenida.
Nota desde la asociación Emprendedores Sin Techo.
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Gracias!