Serie ‘Pequeños guerreros’: "Punch-it"

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Podría pasar por un ala pívot de la NBA. Tiene la altura suficiente, los músculos ejercitados, la clarividencia para encestar desde la línea de tiros triples. Pero no es Shaquille O’Neal (Los Angeles Lakers) que se comparó a sí mismo con el filósofo Friedrich Nietzsche (“la esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre”). El buscavidas Vincent Helvig (Lewisham, Londres, 1968) se crió para vencer los obstáculos, como el personaje Punch-it de los gorgonitas en Pequeños guerreros(Joe Dante, 1998). Hoy vive en el albergue (“centre d’acolliment residencial”) de la calle número 60, en la Zona Franca de Barcelona.

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“Por las mañanas me levanto a las siete y media, me ducho, día sí día no, y hago una media hora de meditación”, repasa mentalmente, en un inglés caribeño, este hombre de bronce, a medio camino del Discóbolo, de Mirón, y del Perseo, de Eufránor. “Y ¿en qué consiste la meditación? Me digo a mí mismo: ‘este es un día maravilloso, es un día maravilloso, y yo soy fuerte, soy fuerte’. Y lo repito constantemente.”

El homeless Vincent Helvig ha olvidado su infancia. Se refiere a ella con amargura, como si él nunca hubiera pasado por ese túnel de luz, y hubiera crecido con una venda en los ojos. “Yo tengo muchos hermanos, tres de mi madre biológica y tres de mi padre biológico. Y luego otros tres de mi padrastro. [Se calla. Muestra las dos manos. Se pone a contar. Le cuesta. Apenas se acuerda del número de hermanos o hermanastros o hermanos de sangre o políticos o primos hermanos que tiene actualmente. A algunos de ellos ni les conoce.] En fin, yo recuerdo las peleas constantes en mi casa, entre mi madre y su pareja. Cuando podía, me largaba, y estaba con los amigos o bien haciendo deporte, jugando a fútbol o bien practicando artes marciales.”

Pronto cogió la maleta y puso tierra de por medio. En sucesivos años –es incapaz de datar correctamente sus etapas vitales, cuándo hizo esto y cuándo le ocurrió lo otro–, se estableció en diferentes países, de manera desordenada, estrambótica y, en parte, liberadora. Vivió en Japón, que le bañó con la calma de sus yamabushi, monjes budistas que se han retirado a las montañas; vivió en Jamaica, donde tiene sus raíces, donde se unió a la Iglesia Cristiana Pentecostés del Movimiento Misionero Mundial, y que le dio la alegría, más que como sentimiento, como proyecto de inversión (“investment management”); y vivió en Estados Unidos, donde fue alumno del maestro coach de la autoayuda Anthony Robbins (Despertando al gigante interior), especializado en neurolingüística.

Hace un año que recaló en Barcelona, su reino de Gorgon, que para él es una ciudad de “oportunidades” (“por sus edificios, su atmósfera y su gente”). Al principio vivió en la calle, delante de los grandes comercios, con sus altos escaparates y maniquíes mejor vestidos que él. “Me tapaba con una manta y dormía por las noches, al raso”, recuerda, y para él es una época muy lejana cuando de eso hace tan solo cinco meses.

No le preocupa.

No acepta un no por respuesta.

Quiere lo mejor para sí mismo y, por lo tanto, para los demás.

“Yo sé que no tengo nada. Pero sé que todo está en la mente. Si pienso mal, estoy mal, incluso deprimido. Si pienso bien, estoy feliz. Todo depende de cómo pienses, de cómo estés tú dentro de ti, ahí reside todo.”

Para llegar al centro de Barcelona, este adorador de Bruce Lee (Southern Fist, Northern Leg) ha tardado una hora, cruzando por el camino la montaña de Montjuïc. No le importa. Anda y medita (“soy el mejor, soy el mejor”). En el trayecto, se para en el “community center” de Calàbria, 66 (“Espai i moviment per l'educació, la cultura i el veïnatge a Sant Antoni”). Allí consulta internet y estudia castellano.

El homeless Punch-it Vincent Helvig lo tiene claro, porque nació para vencer los obstáculos y meter los triples: “Tú eliges si quieres estar bien o mal. Depende de ti”.

Escrito por el reportero Jesús Martínez

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