Homeless Entrepreneur

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Serie ‘Pequeños guerreros’ Ocula

Entre A y B, C. Entre este y ese, aquel. Entre lo uno y lo otro, lo de más allá.

El activista social Andrew Oliver Funk (Saint Paul, Minnesota, Estados Unidos, 1981), como el gorgonita Ocula, se ha pasado media vida decidiendo entre dos opciones, y en todas ellas ha elegido la elección menos mala. Vertical, existencialista (“me gusta ayudar a los demás”), es la antítesis del escultor Jorge Oteiza (“el hombre transformado por el arte”), ocupando espacios para los sintecho, como si los cajeros de los bancos fueran cajas metafísicas espirituales. Andrew ha fundado la organización sin ánimo de lucro de Barcelona #HomelessEntrepreneur.

Creció en las tierras de los sioux. Pitcher con brazo de hierro. Ladrón de cromos de béisbol (shortstop Dickie Thon,1992) y de poemarios sueltos que le cortaban la respiración, como cláusulas suelo indolentes (“sostén el infinito en la palma de la mano”, William Blake).

Con 12 años tuvo que elegir entre papá y mamá, a petición del abogado matrimonialista que tramitaba la separación de los padres: “¿A quién quieres más?”, le pidió que contestara. Su padre perforaba el suelo texano con las bombas de varilla, buscaba el oro negro con el que pagar las facturas. El chico se quedó con la madre, sin saber que los dos pesaban lo mismo en la balanza de su corazón.

Con 18 años tuvo que elegir entre la carrera de Economía (“me refugiaba en las matemáticas, no tenía que hablar”) y la de Literatura Inglesa, ambas cursadas en la Universidad Estatal de Arizona. Escogió la literatura, el único vehículo articulado que le transportaba más lejos, lejos de los juicios y las bandas y el vacío.

Su libro favorito es Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado, de James Hogg (“estoy seguro de que al consignar los horribles sucesos que siguen…”). Pero dejó de leer libros y empezó a leer personas, de resultas del aprendizaje adquirido en el curso de la asignatura “teoría del conocimiento”.

Con 19 años escogió entre dos lenguas extranjeras, asignaturas obligatorias: francés o castellano. Se inclinó por la palabra cervantina, que le abrazó para darle las canciones (Sting), los insultos o medio insultos (“por los cojones”) y la siesta (“lo bueno de aquí”).

Con 22 años se fue a España a cambiar el mundo; no consiguió cambiar el mundo, pero ayudó a que España se espabilase; pronto entraría en la crisis económica y social que todavía la está transformando en un dragón de cola larga.

Recorrió las distancias habidas entre los hostales malolientes, las habitaciones deslustradas y los alquileres caros y faltos de higiene. Viajó cada vez con menos presupuesto, y de los 43 países que ha visitado hay uno al que siempre vuelve: Barcelona, concebida como país, como su casa, como Su Hogar con mayúsculas: “A todas las personas que he conocido les interesa lo mismo: comer, beber y follar, cosas básicas. He ido a sitios pobres y sitios ricos, y en todos ellos las personas son muy parecidas”. En Barcelona se juntan todas esas personas.

Establecido en la ciudad mediterránea, fundó la academia de inglés English Metas. Quería crecer y disfrutar: “Sabía crecer pero no administrar”.

Cerró (“English Metas website is having a make-up!”). Se desorientó. Se metió en una vorágine sin sentido, espiral de autodestrucción, batallas consigo mismo, soledades desafortunadas, inconsolables. “Estuve así de quedarme en la calle [coge una pizca de aire con los dedos]. Iba de sofá en sofá, quemando relaciones”, se sincera.

Visitó los albergues de Cáritas Diocesana de Catalunya, que vio insuficientes.

Para sobrevivir y no tocar fondo (“cuando tocas fondo, haces del fondo tu cobijo, por lo que no es una opción subir”), creó la organización #HomelessEntrepreneur.

“La gente sin hogar lo ha perdido todo, todo, todo: los enlaces, las redes, las amistades… No saben llevar a cabo nada. Incluso si se enfadan no saben cómo canalizarlo… Para mí no son invisibles.”

Reportero. —¿Qué habrías hecho si te hubieras quedado en la calle?

Andrew.—Lo que ahora estoy haciendo.

R. —¿Qué haces?

A. —Crear comunidad.

Entre volver a su anterior posición y seguir con el proyecto para erradicar el sinhogarismo, el barcelonés norteamericano Andrew Funk, el gorganita Ocula, volvió a escoger: escogió lo segundo. “Quiero que el modelo que estoy implantando en Barcelona se exporte a todas las ciudades del mundo.”

Lo segundo es lo primero.

Jesús Martínez